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El Alma: puente entre lo humano y lo eterno

Hablar del alma es poner palabras a lo invisible. Este capítulo explora al alma como memoria, brújula y puente hacia lo eterno.

El Alma: puente entre lo humano y lo eterno

Hablar del alma es intentar poner palabras a lo invisible.

Es como describir el viento: no lo vemos, pero sentimos su roce en la piel, escuchamos su murmullo en los árboles y sabemos que está ahí.

Desde tiempos antiguos, distintas culturas y filosofías han tratado de comprender qué es el alma.

Algunos la vieron como el soplo vital, otros como la chispa divina que nos habita.

La ciencia aún no logra capturarla en sus instrumentos, pero eso no significa que no exista.

El alma se intuye, se experimenta, se revela en instantes de silencio profundo, en la mirada de alguien que amamos o en esa sensación inexplicable de estar conectados con algo más grande que nosotros.

El alma como memoria y camino

El alma guarda las huellas de nuestro paso por la vida.

No solo de esta, sino también de lo que vino antes. Cada emoción, cada aprendizaje, cada herida y cada gesto de amor deja una impronta que no se borra, sino que se transforma en sabiduría.

Por eso, cuando atravesamos dolores, a veces sentimos que algo se rompe.

Pero en realidad, el alma no se quiebra: se expande. Se abre a nuevas formas de ser y de sentir, como si con cada experiencia se encendiera una nueva luz en su mapa interior.

El alma como brújula

Hay un murmullo constante en el alma que nos invita a volver a nosotros mismos.

A veces lo llamamos intuición, o presentimiento, “esa voz interna”.

Es la brújula que nos orienta en medio del ruido, recordándonos quiénes somos cuando lo olvidamos.

Escucharla no siempre es fácil, porque la mente suele ser más ruidosa, pero cuando logramos hacerlo, todo se ordena de una manera distinta: sentimos paz.

El alma como puente

El alma es ese puente sutil entre lo humano y lo eterno.

Nos permite sentir la divinidad en lo cotidiano: en un mate, en un abrazo, en una puesta de sol, cuando metemos los pies en el mar.

Es lo que nos recuerda que no estamos hechos solo de carne y hueso, sino también de misterio y estrellas.

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